Carla y Mario

Un día cualquiera. A las 8 de la mañana Carla coje el coche familiar para ir a Correos a por un paquete. Observa que el marcador del depósito de combustible ya está en el último cuarto. Bueno, piensa, más que suficiente para ir y volver.

Son las 4 de la tarde. Mario necesita el coche para ir al supermercado. La aguja indica que el depósito está casi vacío. Vaya, piensa, Carla podría haber pasado por la gasolinera. El supermercado está cerca, por lo que no se preocupa demasiado. A la vuelta, se enciende la luz de la reserva. Pasa por delante de la Estación de Servicio. Hace calor, hay cola y lleva congelados en el maletero. No es el mejor momento para llenar el depósito.

A las 8 de la tarde Carla y Mario se están arreglando para salir. Tienen una cena en casa de unos amigos. Como casi siempre, el tiempo se les echa encima. Mientras se calienta la cena de los niños, Carla pone en una bolsa la botella de vino del Priorat que ha comprado Mario como obsequio a los anfitriones.

A las 9, hora en que deberían estar llegando a casa de sus amigos, suben al coche y se dan cuenta horrorizados de que no tienen bastante combustible para llegar a destino. Mario recrimina a Carla no haber echado gasolina por la mañana. Carla recrimina a Mario no haberlo hecho por la tarde. Con o sin reproches, la única solución es pasar por la gasolinera, lo que les obliga a desviarse de la ruta prevista.

Con evidente disgusto, vestido con sus nuevos pantalones de hilo blanco, Mario se dirige al surtidor y escoge la Súper Verde 98, que imagina debe ser más ecológica. La voluntad la tiene. Se mancha los pantalones y perfuma coche y ocupantes de “Eau d’Essence”.

Cuando por fin llegan a casa de sus amigos, se inicia una conversación sobre lo desagradable que resulta echar gasolina. Todos admiten que odian ir a la gasolinera y que evitan coger el coche cuando saben que está en reserva para cargarle el muerto a otro.

 

María y Carlos

Un día cualquiera, Carlos se levanta temprano para ir a la piscina municipal. Desconecta el cargador y coje el coche con la batería cargada al 100%. Marca 190 km de autonomía. A la vuelta de la piscina, el cuentakilómetros indica que ha recorrido 22 km. El marcador indica todavía 184 km de autonomía. Sonríe. Le encanta ser más eficiente que María cuando conduce.

A las 8:35, María sube al coche para llevar a los niños al colegio. Luego se dirige al polígono donde trabaja a 35 km de su casa. En total ha hecho 40 km y el marcador le indica que le quedan 140 km de autonomía. En su empresa, pronto instalarán puntos de recarga para los empleados, será todavía más cómodo para María.

A las 17:00 María vuelve a casa con los niños y el indicador de autonomía a 99 km. Conecta el cargador, como de costumbre.

Son las 9, Carlos y María se están arreglando para la cena en casa de unos amigos. Hace calor. Se despiden de los niños, desenchufan el cargador y entran en el coche. Marca 147 km de autonomía. Con el aire acondicionado a tope, recorren 27 km y llegan, tarde como siempre, con el marcador a 119 km.

Sus amigos les reciben en el jardín, ventajas de vivir fuera de la ciudad, y les presentan a los demás invitados, que, como es habitual, les interrogan sobre su coche…

De regreso a casa después de la velada, el indicador de autonomía marca 98 km. Conectan el cargador para tener de nuevo la batería al 100% a la mañana siguiente.

¿Y no discuten nunca Carlos y María? Pues sí. A menudo se pelean por el coche eléctrico… Y nunca están de acuerdo sobre cuál de los dos conduce de la manera más eficiente!

(Este relato está basado en personas y hechos reales)